La
pintura contemporánea es como un espejo que refleja el rostro de
nuestra diversidad, con nuestras deficiencias y nuestro potencial. Debe
tratar los temas que preocupan al entorno en el que se genera la obra.
En un mundo globalizado no se debe entender esto en un sentido
estrictamente local. La pintura tiene un papel liberador, se dirige a
los miembros de su comunidad con el fin de transmitir un mensaje, una
utopía o un diagnóstico que les afecta a ellos. En ocasiones es
necesario que las obras revelen defectos de la sociedad y de sus
ciudadanos, de esta forma cumplen una función crítica que puede incluso
animar a corregir estos fallos y a realizar cambios.
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